Amén

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Si hay algún ejemplo de abuso cotidiano de una palabra bíblica es «amén». Hay quienes dicen para todo «amén», como una muletilla.

Amén no es simplemente «así sea», sino algo más. Es una declaración de compromiso efectivo. Tratemos de captar algo del significado de la palabra.

«Amén» es una palabra aramea. Tiene entre otros los siguientes sentidos: «…ser firme, duradero; ser fiel, de confianza; ser verdadero, veraz; durar…» (Ortiz, P., V., S.J. (2000). Lexico Hebreo-Español y Arameo-Español. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas»)

Citas bíblicas según la Biblia Latinoamericana.

La Biblia termina con una bendición. Justo antes se lee «amén» ante una promesa del Señor:

«El que da fe de estas palabras dice: “Sí, vengo pronto.” Amén. Ven, Señor Jesús. Que la gracia del Señor Jesús esté con todos.» (Apocalipsis 22, 20-21; todas las citas proceden de la Biblia Latinoamericana, salvo que se diga otra cosa)

La primera vez que se emplea en la Biblia es en Nm 5, 22, durante un ritual en el cual una mujer acusada de infidelidad recibe la siguiente amonestación del sacerdote luego de beber unas aguas que este ha preparado, después de lo cual ella dice amén dos veces seguidas:

«Entren en tus entrañas las aguas que traen la maldición, haciendo que se pudran tus muslos y reviente tu vientre.” Y la mujer responderá: ¡Así sea, así sea!» («amén», «amén», en el texto en hebreo, sin olvidar que esta es una palabra aramea; dos veces seguidas solamente aparace en el A.T. en Nehemías 8, 6)

La última vez es en Ap 22, 20, ya citado. En el Antiguo Testamento en hebreo aparece 108 veces aproximadamente, incluyendo los Salmos (Salmo 89, 53, por ejemplo); cuando se examinan los textos en los cuales se encuentra, es evidente que «amén» es la respuesta a mandatos cuyo incumplimiento tiene graves consecuencias, así Números 5.22 y Deuteronomio 27.15 a 26, aquí decir «amén» indica que quien lo pronuncia se somete a las consecuencias en caso de incumplir. En el Nuevo Testamento, el término aparece 129 veces, 76 veces en los evangelios, y es empleado incluso por el mismo Jesús, quien siempre lo usa dos veces seguidas en el Evangelio de San Juan, como en Jn 1, 51:

«En verdad les digo que ustedes verán los cielos abiertos y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del Hombre.» (Jn 1, 51; literalmente: «‘amén, amén, les digo…», en el texto en griego)

También usa «amén, amén» cuando habla a San Pedro, dejándolo a cargo del rebaño:

» En verdad, cuando eras joven, tú mismo te ponías el cinturón e ibas a donde querías. Pero cuando llegues a viejo, abrirás los brazos y otro te amarrará la cintura y te llevará a donde no quieras.”» (Jn 21, 18; literalmente: «En verdad, en verdad…», en el griego dice «Amén, amén»)

Otro ejemplo de Jesús diciendo «Amén, amén»:

«Jesús les contestó: “En verdad, en verdad les digo: el que vive en el pecado es esclavo del pecado.» (Jn 8, 34)

A estas alturas, ya sabrá el lector que «En verdad, en verdad» es la traducción de «amén, amén».

San Juan no utiliza nunca «amén» una vez, sino siempre «amén, amén», lo cual no es fácil de descubrir en las versiones en español. Esa es una forma de énfasis.

San Pablo, por su parte, utiliza «amén» para reafirmar declaraciones importantes, como en Romanos 1,25:

«Cambiaron la verdad de Dios por la mentira. Adoraron y sirvieron a seres creados en lugar del Creador, que es bendecido por todos los siglos: ¡Amén!»

Entonces «amén» es un término de gran peso teológico. Significa conciencia de lo que se dice y, particularmente, conciencia de las consecuencias de incumplirlo; no es la manifestación de un deseo, sino de una realidad. Ojalá pensemos en esto cada vez que digamos «amén».

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