Dijo Jesús:
«No juzguen a los demás y no serán juzgados ustedes» (Mateo 7: 1)
Esta cita se escucha hasta en boca de acérrimos ateos. Con ella se pretende que nadie formule la mínima observación sobre el comportamiento de otros, incluso tratándose de auténticos delincuentes. Jesús nunca invitó a ser encubridor del prójimo, menos a jugar a “no ha pasada nada” o a callar ante graves conductas, lo que exigió fue ser prudentes y responsables al juzgar partiendo de una condición personal sana que permitiera un juicio justo y oportuno, cuando este resulte aconsejable. Veamos de qué se trata.
Lo de no juzgar no es como usted cree por Lucas Abrek. Esto es Buscadores del Reino.
Las citas en español de la Biblia las tomo de la Biblia Latinoamericana. La fuente de los textos en griego serán Nestle Aland 28 para el Nuevo Testamento y la de Rahlfs para la Septuaginta.
El párrafo completo que contiene la cita es este:
«No juzguen a los demás y no serán juzgados ustedes. Porque de la misma manera que ustedes juzguen, así serán juzgados, y la misma medida que ustedes usen para los demás, será usada para ustedes. ¿Qué pasa? Ves la pelusa en el ojo de tu hermano, ¿y no te das cuenta del tronco que hay en el tuyo? ¿Y dices a tu hermano: Déjame sacarte esa pelusa del ojo, teniendo tú un tronco en el tuyo? Hipócrita, saca primero el tronco que tienes en tu ojo y así verás mejor para sacar la pelusa del ojo de tu hermano.» (Mateo 7: 1-5)
El significado de todo el párrafo es evidente si uno se concentra en la frase que remata: “saca primero el tronco que tienes en tu ojo y así verás mejor para sacar la pelusa del ojo de tu hermano”. O sea que si se saca la viga (o tronco) del ojo propio, se verá el verdadero calibre del posible error del otro, si existe (lo de viga o tronco es una metáfora exagerada, típica del oriente, un recurso retórico para llamar a la reflexión y enfatizar lo importante).
Por tanto, para emitir alguna observación al prójimo tenemos que:
- Ser hijos de Dios auténticos, que no todos lo somos sin más (vea mi video sobre este tema).
- Para ver bien de qué se trata el posible error, uno mismo debe examinarse para estar autorizado al reclamo.
- Como se habla de hermanos, el llamado de atención debe ser misericorde y justo, tal como debemos esperar que sea cuando seamos nosotros los juzgados.
Un asesino no puede decirle, por tanto, a quien nunca ha asesinado, que no lo juzgue, dado que este no tiene un tronco o viga que empañe su visión de la situación.
Ninguna parte la Biblia enseña que debamos quedarnos callados ante la injusticia o ante el comportamiento pecaminoso del prójimo, por el contrario, se nos pide ser activos en la proclamación de la injusticia o la maldad. San Pablo lo resume en las siguientes palabras:
«Busquen lo que agrada al Señor. No tomen parte en las obras de las tinieblas, donde no hay nada que cosechar; al contrario, denúncienlas» (Efesios 5: 10-11)
¿Eso no es mandato de juzgamiento? ¿No se nos está pidiendo discernir lo malo y denunciarlo, lo que supone un juicio?
Eso sí. Hay que cuidar cada palabra dicha, puesto que las palabras salvan o condenan.
«Tus propias palabras te justificarán, y son tus palabras también las que te harán condenar.» (Mateo 12: 37)
Si quiere otro sitio en la Biblia que ordena advertir al malvado de su conducta, pues vaya a los profetas. Por ejemplo, Dios advierte a Ezequiel:
«Si le digo al malvado: ¡Vas a morir! y si tú no se lo adviertes, si no hablas de tal manera que ese malvado deje su mala conducta y así salve su vida, ese malvado morirá debido a su falta, pero a ti te pediré cuenta de su sangre. En cambio, si se lo adviertes al malvado y él no quiera renunciar a su maldad y a su mala conducta, morirá debido a su falta, pero tú habrás salvado tu vida.» (Ezequiel 3: 18 a19)
Si usted no hace el llamado de atención oportuno y responsable, puede incurrir en falta. No siempre es posible hacerlo, eso se analiza en cada situación. Pero el llamado al juicio con la debida ponderación está ahí. Solo es profeta quien hace el llamado que corresponde, así disguste a los pecadores.
Y qué decir del propio Jesús, quien no duda en llamar hipócritas a los fariseos (Mateo 22: 15 a 22) e incluso les dedica todo un discurso donde los juzga con dureza (Mateo 23: 1339). Nuestro Señor mismo celebra el buen juzgamiento que hacen las personas de otros, tal como ocurre en el versículo 43 del capítulo 7 de Lucas, cuando le dice al fariseo Simón “Has juzgado bien”
En el original en griego, el mismo término se usa en Lucas que en Mateo: krino. Krino puede significar incluso “condenar”, por ello hay que tener cuidado.
Pero hay más: Jesús mismo ordena decir al hermano aquello en que está equivocado:
«Si tu hermano ha pecado, vete a hablar con él a solas para reprochárselo. Si te escucha, has ganado a tu hermano.» (Mateo 18, 15)
No hay contradicción entre Mateo 7: 1 a 5, con paralelo en Lucas 6: 37, con Mateo 18, 15. En ambos casos es necesario que primero se mire la viga en el ojo propio. No tienen que ver con dejar de denunciar el mal de los otros, cosa que no duda Jesús en hacer, sino con el hecho de NO JUZGAR apresurada e injustamente, al estilo de los malos fariseos, pues en el comportamiento de los cristianos debe existir comprensión de los demás, la cual es uno de los frutos del Espíritu de que nos habla San Pablo en la Carta a los Gálatas:
«… el fruto del Espíritu es caridad, alegría, paz, comprensión de los demás, generosidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio de sí mismo.» (Gálatas 5: 22 a 23)
Ese es el termómetro de la vida cristiana.
¿Recuerdas eso de tratar a los demás como queremos que nos tratan? Ese es otro de los puntos.
«…Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Toda la Ley y los Profetas se fundamentan en estos dos mandamientos.» (Mateo 22:39 a 40)
Entonces, eso de que no se le puede decir a nadie que se está portando mal, es una equivocación mayúscula. No hay que dejar de denunciar el mal de quienes promueven el aborto o el abandono de deberes familiares, por ejemplo. Sí, en cambio, hay que tener cuidado en hacerlo como seguidor de Cristo que quiere lo mejor para el otro, que es consciente de sus limitaciones y trata de superarlas para la Gloria de Dios, como mostrando los frutos de una sincera conversión (como pide Jesús en Mateo 3: 8). Además, hay que mirarse primero uno mismo porque no es posible ver claramente si no hay limpieza interior.
Quienes se escudan en Mateo 7: 1 para callar críticas justas son fariseos como los que reprochaba Jesús. Relata el libro de la Sabiduría desde el verso 16 del capítulo 1 hasta el verso 24 del capítulo 2 que los impíos odian a los que les llaman la atención, y que incluso buscan dañarlos por reprocharles su mal comportamiento. Allí cuenta la Biblia cómo hablan los malvados:
«Seamos duros con esos pobres piadosos, y lo mismo con las viudas; ¡nada de respeto con los viejos de cabellos blancos! ¡Nuestra fuerza sea la ley! ¡La debilidad es prueba de que uno no sirve para nada! Hagamos la guerra al que nos reprende porque violamos la Ley; nos recuerda cómo fuimos educados y nos echa en cara nuestra conducta. Pretende conocer a Dios y se proclama hijo del Señor. No hace más que contradecir nuestras ideas, y su sola presencia nos cae pesada. Lleva una vida distinta a la de todos y es rara su conducta. Nos considera unos degenerados, creería mancharse si actuara como nosotros. Habla de una felicidad para los justos al final y se vanagloria de tener a Dios por padre.» (Sabiduría 2: 10 a 16)
Vamos por un momento al versículo 12 del capítulo 2 del libro de la Sabiduría. Si usted no encuentra ese libro en su versión de la Biblia, es porque tiene una edición de corriente protestante. Hasta el siglo XVI, todos los cristianos usábamos exactamente la misma Biblia, pero a partir de Lutero se dejaron de incluir siete libros del Antiguo Testamento que están en griego, por razones que no es del caso mencionar aquí. Uno de esos siete libros es el de Sabiduría. Traigo a colación este punto, porque como el texto original es en griego, allí hay un término de extremo interés: paideia. Recordemos el versículo 12 del capítulo 2 del libro de Sabiduría:
“Hagamos la guerra al que nos reprende porque violamos la Ley; nos recuerda cómo fuimos educados y nos echa en cara nuestra conducta.” (Sabiduría 2:12)
Esta última línea tiene un elemento que quiero resaltar.
El reproche que molesta aquí es que se les recuerde la educación recibida. Como cuando uno le echa en cara a cristiano, educado como buen cristiano, que no se porte mail, que se porte en cambio como cristiano. Ese versículo nos ayuda a entender porqué gusta tanto citar “No juzguen a los demás y no serán juzgados ustedes”. Es para evitar enfrentarse al hecho de que contradicen la enseñanza cristiana real.
Eso es más claro quizás con la traducción de la versión Dios Habla Hoy: “nos echa en cara que no vivamos según la educación que recibimos.”
El término central en las frases traducidas “cómo fuimos educados” o “educación recibida” es el término griego paideia, que no es solamente educación en una escuela, sino toda una formación integral a la cual debe responderse y que era incluso un ideal. Hay una obra filosófica muy celebre titulada precisamente “Paideia: los ideales de la cultura griega”, de Werner Jaeger. Sobre el sentido de paideia ver mi video sobre el texto en griego de la caverna de Platón. Como ven, parte de la corrección fraterna tiene que ver con recordar a otros sus deberes cristianos, esos que todo el mundo conoce.
Por eso el ejercicio correcto del juicio es necesario en nuestras comunidades, porque con ello las construimos y las hacemos auténticas, ¿o acaso de algo vale una comunidad sin buenos cimientos, sin buena paideia y sin corrección fraterna? Se trata entonces de portarnos como buenos cristianos, lo que incluye la corrección fraterna luego de una reflexión serena y equilibrada. Queda más evidente al recordar Gálatas 6:1:
«Hermanos, si alguien cae en alguna falta, ustedes, los espirituales, corríjanlo con espíritu de bondad. Piensa en ti mismo, porque tú también puedes ser tentado.»
Alguien dirá que para eso tenemos la conciencia, que según ella sabremos cómo actuamos.
Es otra excusa para eludir reclamos justos. Hay quienes sostienen que, como tienen la conciencia tranquila, nada les preocupa de su conducta. Pero resulta que eso no tiene respaldo bíblico alguno, por el contrario, la Biblia recuerda lo siguiente:
«A pesar de que no veo nada que reprocharme, eso no basta para justificarme: el Señor me juzgará.» (1 Corintios 4, 4)
Reflexionemos entonces de manera apropiada, primero sobre nuestra conducta, luego sobre la ajena.
Gracias por su tiempo, y a reflexionar en la viga en el ojo propio. Hasta pronto.