El sentido de la ceniza

Arrepentimiento (https://www.rawpixel.com/image/9441/premium-photo-image-alone-belief-believe)

La usual falta de preparación de los católicos, y la falta de conocimiento de los no católicos, hace necesario recordar qué sentido tiene el miércoles de ceniza.

Con el miércoles de ceniza comienza la cuaresma para los católicos, la época especial, antes de las celebraciones de Semana Santa, para reflexionar en la vida cristiana a que estamos llamados. El acto de recibir en la frente la ceniza (que no siempre es posible realizar, como en circunstancias como la de la actual pandemia) es un signo de compromiso con nuestra conversión. “Renuncien a su mal camino, porque el Reino de los Cielos está cerca” fue el mensaje de Juan el Bautista, justo antes del comienzo de la vida pública de Jesús (Mt 3, 2). Muchos documentos de la Iglesia explican muy bien el sentido de esa fecha:

«El comienzo de los cuarenta días de penitencia, en el Rito romano, se caracteriza por el austero símbolo de las Cenizas, que distingue la Liturgia del Miércoles de Ceniza. Propio de los antiguos ritos con los que los pecadores convertidos se sometían a la penitencia canónica, el gesto de cubrirse con ceniza tiene el sentido de reconocer la propia fragilidad y mortalidad, que necesita ser redimida por la misericordia de Dios.» («Directorio sobre la piedad popular y la liturgia» de la Sagrada Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos )

La ceniza pulverizada que se impone en la frente tiene varios significados. Para empezar nos recuerda nuestra naturaleza finita, pues con polvo fuimos formados (Gn 2, 7) y en polvo volveremos a convertirnos (Gn 3, 19); Abraham, cuando suplica a Dios por el destino de Sodoma y Gomorra, empieza reconociendo su naturaleza contingente cuando dice a Dios:

“Sé que a lo mejor es un atrevimiento hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza…” (Gn 18, 27)

También es señal de penitencia. El profeta Daniel, estudiando las escrituras y viendo el destino que esperaba a Jerusalén a causa de la conducta de sus ciudadanos, inicia una hermosa oración así: “Volví mi mirada hacia el Señor Dios para invocarlo en la oración y suplicarle por medio del ayuno, la penitencia y la ceniza…” (Dn 9, 3).

La ceniza es también uno de los más importantes signos de arrepentimiento como muestra Job cuando, al final de su terrible experiencia, se rinde finalmente de corazón a Dios hablándole así:

“…y hago penitencia sobre el polvo y la ceniza.” (Jb 42, 6)

Esta frase, eco de la costumbre funeraria de sentarse sobre cenizas (Est 4, 3; etc.), y con la cual Job, al final de la prueba, es conciente de que hasta ahora empieza a conocer a Dios, marca el final de la parte terrible de su historia, y da inicio a la restauración de su vida. Job ahora tiene un corazón nuevo, que es justamente el que interesa al Señor, más por supuesto que el simple hecho de recurrir a la ceniza como formalidad externa (Is 58, 5-9). Jesús mismo utilizará el símbolo de la ceniza en toda su fuerza, al hablar de ciudades cuyos habitantes han endurecido el corazón y, tal como ocurre actualmente, no quieren tener que ver nada con El aunque han visto sus milagros:

“¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y Sidón se hubiesen hecho los milagros que se han realizado en ustedes, seguramente se habrían arrepentido, poniéndose vestidos de penitencia y cubriéndose de ceniza.» (Mt 11, 21)

La ceniza igualmente se empleó en señal expiación por los pecados cometidos por los paganos contra el santuario de Dios, contra su Iglesia, tan atacada en estos tiempos (1 Ma 3, 45-46, ver también 1 Ma 4, 36-39, el pasaje donde se narra el origen de la fiesta judia de la Dedicación del templo).

Que el recuerdo del signo bíblico de la ceniza, pero sobrotodo su vivencia, nos conduzcan verdaderamente a Jesucristo.

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