
Para hablar de la caridad en casa, primero tengamos claro que caridad, en la Biblia, no es un acto de lástima por otro, sino un acto de amor.
En 1 Juan 4, 16 se lee «…Dios es amor…» ; esta expresión, traducida al latín , es «…Deus caritas est…» (la palabra española «caridad» viene de la latina «caritas»). Cuando San Pablo advierte que «Aunque repartiera todo lo que poseo e incluso sacrificara mi cuerpo, si lo hago para gloriarme, sin tener amor, de nada me sirve» (1 Corintios 13, 3), podría intercambiarse la palabra «amor» por «caridad» quedando la parte final como «…sin tener caridad, de nada me sirve» (resalté), como en efecto se hace en la Vulgata, la versión en latín de la Biblia más usada por la Iglesia desde el siglo IV: «…ut ardeam caritatem autem non habuero nihil mihi prodest» (resalté ). Una de las críticas de Jesús contra los fariseos es no tener caridad o amor, en el sentido que venimos comentando (Lucas 11, 42). Y hablando de las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad), es decir, aquellas fundamento de las virtudes morales, se tiene que la mayor es la caridad , tal como señala San Pablo en 1 Corintios 13, 13. Ello debería hacernos pensar en cómo deberíamos asumir la caridad.
Ahora vamos a un texto explícito sobre la caridad en casa. Se lee en la primera carta de San Pablo a Timoteo:
«Quien no se preocupa de los suyos, especialmente de los de su casa, ha renegado de la fe y es peor que el que no cree.» (1 Tm 5, 8)
Veamos otra traducción del mismo versículo:
«Quien no cuida de sus parientes, y especialmente de su familia, no se porta como un cristiano; es más, tal persona es peor que quien nunca ha creído en Dios.» (Sociedades Bíblicas Unidas, Traducción En Lenguaje Actual).
El verbo utilizado en griego, traducido primero como «preocupa» y luego como «cuida» , hace parte de un conjunto de palabras que en griego se refieren a hacerse cargo de alguien. Veamos otro verbo de este grupo, y que muchas traducciones pasan al español como «visitar». Cuando Jesús pone en alerta a los que tienen una religiosidad falsa, dice que uno de los reproches en el día del Juicio será «…estuve enfermo y encarcelado y no me visitaron» (Mt 25, 43) lo que puede entenderse como «…estuve enfermo y encarcelado y no cuidaron de mí». No es el mismo verbo de 1 Tm 5, 8 , pero observen el siguiente versículo, el 44 del capítulo 25 del evangelio según Mateo; allí se anticipa que la excusa será preguntar cuándo vieron al Señor enfermo o en la cárcel y no le ayudaron, lo que demuestra que la conducta materia de reprensión es la falta de cuidado por el otro, no simplemente no ir de visita.
En 1 Tm 5, 8, sintácticamente, San Pablo señala que quien no provee para los suyos, es como quien ha rechazado la fe y, adicionalmente, es peor que un no creyente. Hay que advertir sin embargo que el contexto del mensaje, significa que se refiere al cuidado de aquellos que quedan dependiendo de nosotros, de hecho, San Pablo estaba hablando de las viudas que quedan totalmente desprotegidas, ante las cuales los primeros obligados son su propia familia. Ello da ocasión para hablar de la caridad en casa. Escribe San Pablo a Timoteo un poco antes:
«Atiende a las viudas que son realmente viudas. Si una viuda tiene hijos o nietos, que aprendan éstos primero a cumplir sus deberes con su propia familia y a ayudar a sus padres. Esto es lo correcto ante Dios. (1 Timoteo 5, 3)
San Pablo siempre escribe a oyentes concretos en situaciones concretas. Las dos cartas a Timoteo y la de Tito, en el Nuevo Testamento, están dirigidas a coordinadores de comunidades cristianas, por eso se llaman «Cartas Pastorales». En el texto que venimos comentando, y que se dirige a Timoteo en Efeso, aprovecha la ocasión para recordar los deberes de las personas para con los miembros de sus familias en estado de necesidad. Ni siquiera la Iglesia debería relevarlos de tales deberes. Otra traducción del mismo versículo, vista la terminología en griego, podría ser:
«Pero si alguna viuda tiene hijos o nietos, son ellos los primeros que deben ayudarla en todo lo que necesite, así como antes ella los cuidó y los ayudó. Esto es lo que Dios quiere que se haga.» (1 Timoteo 5, 3; Traducción En Lenguaje Actual)
Queda así planteado el tema de la caridad en casa, o sea con la familia. Lo primero es que no es un asunto formal, sino de fondo, y que en ello va de por medio el más profundo mandato de Dios de cuidar de nuestros seres queridos, como se espera que haga todo ser humano, incluso los mayores pecadores (ver Mateo 5, 46-47). En el Apocalipsis, cuando se hace un listado de quienes corren el mayor riesgo de condenación (ver Apocalipsis 21, 8), se incluye aquellos sin fe, en griego «apistos», exactamente la misma palabra de San Pablo al final de 1 Tm 5, 8, es decir, quien no cuida de su familia es peor que un «apistos», o sea probablemente la escala más baja de lo peor.
Estas reflexiones nos obligan a revisar brevemente Mateo 8, 21-22, texto que pareciera invitar a descuidar los deberes familiares, siendo que Jesús claramente demanda de todos su compromiso en tal sentido (ver Mateo 15, 1-9).
«Otro de sus discípulos le dijo: «Señor, deja que me vaya y pueda primero enterrar a mi padre.» Jesús le contestó: «Sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos.»» (Mateo 8, 21-22)
Esos dos versículos hay que entenderlos en el contexto completo, es decir, hay que leer desde el versículo 18 hasta el 23. Jesús ha cruzado el lago de Tiberiades llegando a un área de paganos y, luego de hablar con un maestro de la ley y un discípulo, regresa. En tierra, primero un maestro de la ley, quien pertenece a un grupo cuyo modo de enseñar según el evangelio de Mateo no es correcto y es diferente al de Jesús (ver Mt 7, 28-29), le dice que quiere seguirlo, a lo cual Jesús le advierte que no tiene ni dónde descansar, indicando el desapego que supone el seguimiento a Nuestro Señor; luego aparece un discípulo que pide que le deje aplazar el seguimiento, mientras va a enterrar a su padre, a lo que Jesús responde señalando que los muertos deben enterrar a sus muertos. Es un juego de palabras puesto que ningún muerto «normal» puede enterrar a alguien, se refiere a los muertos espiritualmente, aquellos que posponen el seguimiento a Jesús con las mejores excusas; desde luego enterrar a los padres es un deber, como sabía todo judío en esa época, pero aquí se usa como disculpa. Eso explica la respuesta de Jesús.
Finalmente, veamos cómo el amor de familia es la referencia del amor cristiano. Escribe Pablo:
«Amense como hermanos los unos a los otros, dándose preferencia y respetándose mutuamente.» (Romanos 12, 10; Dios Habla Hoy)
La traducción «como hermanos» refleja el sentido del término en griego usado allí, y que se refiere fundamentalmente al amor por la familia más cercana: padres, hijos, hermanos. Es decir, ámense como si fueran una familia.