Jacopo Tintoretto / Public domain
El primer misterio doloroso del Rosario es «La Oración de Jesús en Getsemaní» , de modo que parece tratarse de un pasaje bien conocido, pero nada más lejos de la realidad, puesto que pocos se han percatado de la magnitud del mismo. Algunos detalles son más evidentes que otros, como el hecho de que la palabra en griego de la cual proviene nuestro término «agonía», es justamente la que usa San Lucas para describir cómo se sentía Jesús en ese lugar.
Para este comentario me apoyaré en el relato tal como nos lo presenta San Marcos, capítulo 14, versículos 32 a 42. El el relato tiene paralelos en Mateo (26, 36-46) y Lucas (22, 39-46).

1. Resumen
Los momentos previos: Antes de dirigirse a ese huerto que queda al pie del Monte de los Olivos con todos los apóstoles, Jesús había terminado la última cena (Mc 14, versículos 12 a 25), en la cual San Pedro había prometido nunca negarlo, promesa que luego fue repetida por todos los apóstoles (Mc 14, 26-31).
En Getsemaní: Llegados a Getsemaní («prensa de aceite») en el Monte de los Olivos, un lugar frecuentado por Jesús y su grupo (Jn 18, 2), Nuestro Señor se apartó para orar llevándose a Pedro, Santiago y Juan, a quienes hizo partícipes de la tremenda angustia que sentía, una angustia de muerte, y les pidió velar mientras El oraba. Jesús durante más de una hora estuvo pidiendo al Padre, a quien se dirige con el término que usaban los niños pequeños para hablar con el papá («abbá»), que si era posible no fuera sometido a lo que iba a ocurrir, pero que se hiciera la voluntad de Dios, luego regresó donde los tres que El mismo había seleccionado y, encontrándolos dormidos, los reprendió. Volvió a irse a orar «con las mismas palabras», y cuando regresó otra vez los halló en un profundo sueño, sin que ellos pudieran hallar explicación a su conducta. Nuevamente se retiró a orar y otra vez ellos se durmieron. La angustia que sentía era tal que, según San Lucas, sudó gotas como de sangre (eso dice el texto en griego, aunque es evidente que Lucas está haciendo una descripción física de modo que la hematohidrosis no puede descartarse). La tercera vez Jesús les dice, tal vez como reproche, que sigan durmiendo, que ya basta, pues ya viene el que lo va a entregar.
2. Algunos de los detalles
- Es la única vez que se describe por completo cómo oraba Jesús, en las demás ocasiones no hay detalles (las oraciones en la última cena descritas en San Juan son algo bien distinto).
- La oración duró mucho tiempo. La primera vez que Jesús encontró a los tres apóstoles dormidos ya había pasado una hora (Mc 14, 37).
- Jesús ora de rodillas, justamente la posición que muestra el mayor compromiso (algunos santos han dicho que el cielo se gana con las rodillas), pero también la que muestra la máxima desesperación (Mt 18, 26, en la parábola del deudor que no perdonó).
- Jesús sentía una agonía profunda, usando términos que recuerdan el Salmo 42, 6. El término en griego que describe el estado de Jesús en los evangelios de San Marcos y San Mateo (perilypos), solamente es utilizado en todo el evangelio cinco veces, y supone una idea de tristeza infinita. Curiosamente, es el mismo término en griego que San Marcos utiliza para describir lo que siente Herodes cuando debe cumplir el juramento a la hija de Herodías que supuso la muerte de Juan el Bautista (Mc 6, 26); también, es el mismo término que San Lucas aplica al joven rico que no quiso despegarse de su dinero (Lucas 18, 23 y 24).
- El término en griego con el cual describe San Lucas cómo se sentía Jesús es el origen de nuestra palabra «agonía» (Lucas 22, 44), y no aparece en ninguna otra parte del Nuevo Testamento.
- Jesús necesitaba apoyo en ese momento, y por eso se llevó al jefe los apóstoles y los otros dos discípulos más cercanos, pero en lugar de eso ellos se durmieron profundamente, sin importar que Jesús en persona les llamara la atención por hacerlo.
- Todo el mundo tiene presentes las tres veces que San Pedro negó a Jesús (Mateo 26, 69-75), pero pocos se dan cuenta de que, según el relato de San Marcos, también tres veces se quedaron dormidos Pedro, Santiago y Juan, en el peor momento posible. Según Lucas, un ángel debió venir a acompañar a Jesús (Lc 22, 43).
- Esos mismos apóstoles habían acompañado a Jesús durante la Transfiguración, pero aún siendo testigos de ese portento y de tantos otros, y del hecho de que Elías y Moisés estuvieron hablando del fin de la vida de Nuestro Señor enfrente de los apóstoles (Lc 9, 31), nada de ello les fue suficiente para velar con Jesús, y eso que durante la Transfiguración sí estuvieron despiertos.
- Una de las principales misiones de todos los apóstoles era estar con Jesús (Mc 3, 14), de modo que El los necesitaba.
- Jesús se moría de angustia, pero los apóstoles se morían de sueño (en griego el término que decribe la clase tipo de sueño que sentían los apóstoles tiene ese sentido), aunque alguna tristeza tenían, pues San Lucas atribuye a ella su sueño (Lc 22, 45).
- Según el mismo San Lucas, era tal el estado anímico de Jesús que tuvo sudor con gotas como de sangre (Lucas 22, 44).
- Jesús también lloró (Hb 5, 7).
- En todo momento Jesús repetía en su oración las mismas palabras («… aparta de mí esta copa. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.», Mc 14, 39). Por eso no es el hecho de la repetición de palabras lo que importa, sino el compromiso espiritual que se coloca en ello, y a eso es que se refiere Jesús en Mateo 6, 7, un texto que utilizan mucho para atacar a los católicos.
- Jesús está aplicando su propia oración: el Padrenuestro, en aquella parte que dice «…hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo» (Mt 6, 10).
- Jesús esperó todo el tiempo que los apóstoles estuvieran orando con él. Al final, ante el hecho de que llegaban por él sus enermigos con Judas, dice «basta» (Mc 14, 41), y aquellos con El estaban dormidos, utilizó un término en griego que tiene la connotación de «ya no más», «está hecho», para enfrentarse a la etapa definitiva en el camino hacia la cruz. Jesús ya había hecho el acto de comunión con el pan y el vino, pero Pedro, Santiago y Juan parece no habían entendido el alcance de lo ocurrido durante la institución de la Eucaristía, o de tantas veces que Nuestro Señor los había invitado a seguirlo («… “El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, cargue con su cruz y me siga…», Mt 16, 24).
- Dios en Getsemaní muestra cómo se duele por nosotros. Ya no es más un ser lejano, sino que por el contrario es muy cercano. Su dolor es la muestra de lo que siente por el desprecio de que será objeto.
- Pero Jesús en Getsemaní también es la humanidad perseguida, atormentada, el humillada, necesitada, a la cual hacemos oídos sordos. Esto merece una reflexión especial aparte.
3. Una breve reflexión sobre la palabra «agonía»
En griego la palabra que significa agonía, se origina en otra, agon, que tiene el sentido de lucha, conflicto, combate, incluso carrera; agon no es utilizada en los evangelios, sino en las cartas de San Pablo y en la carta a los Hebreos. Es la que usa el autor cuando habla de su lucha por el evangelio:
«Quiero que sepan cuán duro es el combate que debo soportar por ustedes, por los de Laodicea y por tantos otros que jamás me han visto. Pido que tengan ánimo, que se afiancen en el amor y que tengan plenamente desarrollados los dones de entendimiento, para que puedan penetrar en el gran secreto de Dios, que es Cristo.» (Col 2, 1-2; ver también 1 Tes 2, 2 o la bellísima expresión de «la buena batalla» -agon- en 1 Tim 6, 12)
Agonía es más que eso, supone momentos decisivos que provocan tensión máxima. El mismo término en griego se encuentra tres veces en el Antiguo Testamento, todas en el segundo libro de los Macabeos, uno de los libros que están en ese idioma. Las primeras dos veces ocurren en el episodio en el cual la ciudad de Jerusalén sabe que los invasores van al tesoro del Templo a inventariarlo para robarlo. La ciudad entra en agonía (2 Mac 3, 14), lo mismo que el Sumo Sacerdote cuando se enfrenta al hecho de que el tesoro del Templo va a ser profanado por los invasores:
«Al ver el rostro del sumo sacerdote cualquiera se impresionaba, porque su rostro extenuado, su palidez, demostraban bien la angustia de su alma.» (2 Mac 3, 16)
La «agonía» de su alma, quiere decir.
La tercera y última vez, sucede poco antes de la batalla decisiva contra esos mismos invasores:
«En cuanto a aquellos que se habían quedado en la ciudad, su ansiedad no era pequeña, pues temían por el resultado de ese enfrentamiento en descampado.» (2 Mac 15, 19)
Se trata de los familiares de los combatientes. Se estaba jugando el todo por el todo, y de esa batalla dependían no solamente las vidas de unos y otros, sino el destino de Jerusalén misma y de la revuelta.
4. ¿Quién ese Jesús sufriente en Getsemaní?
Hay muchas formas de responder esa pregunta, pero hay una que tal vez nos permita ir directamente a la respuesta, y es meditando en la parábola de San Mateo sobre el juicio final (Mt 25, 31-46). Allí, Jesús señala cómo, cuando regrese como Rey, todos serán conducidos delante suyo. Allí ocurrirá, entre otras cosas, lo siguiente:
«Entonces el Rey dirá a los que están a su derecha: “Vengan, benditos de mi Padre, y tomen posesión del reino que ha sido preparado para ustedes desde el principio del mundo. Porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed y ustedes me dieron de beber. Fui forastero y ustedes me recibieron en su casa. Anduve sin ropas y me vistieron. Estuve enfermo y fueron a visitarme. Estuve en la cárcel y me fueron a ver.”» (Mt 25, 34-36)
Los justos -y esto debería llamar la atención de quienes creen que basta «creer» para salvarse- inmediatamente preguntan cuándo vieron a Jesús en tales situaciones, quien les responde:
«…“En verdad les digo que, cuando lo hicieron con alguno de los más pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí.” » (Mt 25, 40)
Y luego pone de presente a los que están a la izquierda:
«…“En verdad les digo: siempre que no lo hicieron con alguno de estos más pequeños, ustedes dejaron de hacérmelo a mí.” Y éstos irán a un suplicio eterno, y los buenos a la vida eterna.” (Mt 25, 45-46)
Cuando aquí en Mateo se habla de pequeños, está hablando de quienes en general claman por ayuda y de sus creyentes en situación en dificultad (Mt 10, 42; 18, 6; 18, 10). En la parábora del juicio final, exclusiva de ese evangelio, Jesús dice que esos pequeños son sus hermanos (el mismo término que en el célebre pasaje de Mt 12, 48-50, donde Nuestro Señor pone a su auditorio a pensar en categorías espirituales nuevas), usando una palabra en griego que significa «los más humildes» o «los más insignificantes»; por ejemplo, es la misma palabra que usa Pablo para referirse a sí mismo en Efesios 3, 8 (» A mí, el menor de todos los creyentes,…»). Mt 25, 40 es usado como referencia en el Catecismo de la Iglesia para indicar cómo el reconocimiento de Cristo en los pobres, es requisito de una buena participación en la Eucaristía:
«1397 La Eucaristía entraña un compromiso en favor de los pobres: Para recibir en la verdad el Cuerpo y la Sangre de Cristo entregados por nosotros debemos reconocer a Cristo en los más pobres, sus hermanos (cf Mt 25,40)…»
Jesús, entonces, conciente en Getsemaní de hallarse ante la proximidad de la máxima de las injusticias, representa también a la humanidad humilde e insignificante que sufre, a la cual dejamos sola en su dolor.
5. Algunas conclusiones
Las enseñanzas son muchas. Veamos solamente dos.
El autor de la Carta a los Hebreos (quien por cierto no es San Pablo, como algunos todavía suponen), nos indica que el episodio de Getsemaní perfeccionó a Jesús, de tal modo que con ello aprendió lo que es la obediencia y pudo ser fuente de salvación para los que también obedecen (Hb 5, 7-10).
Pero además hay algo muy concreto para nosotros, y es una reflexión obligada: ¿no estaremos asumiendo el papel de Pedro, Santiago y Juan en Getsemaní? Es decir, ¿estamos dormidos mientras el Señor trabaja a fondo por nosotros? ¿Nos estamos negando a aportar nuestro acompañamiento al plan de Dios? O lo que es peor: ¿Estamos dormidos frente al sufrimiento de nuestros hermanos?
Quizás debamos ser conscientes de que Getsemaní se repite una y otra vez, porque Jesús sigue ahí, trabajando por nosotros en la salvación nuestra y del mundo, invitándonos a participar en esa obra, pero nosotros tal vez simplemente dormimos con la excusa de nuestro cansancio o lisa y llanamente sin excusa.
Como complemento sugiero mi video sobre el concepto de pecado.