Diezmo y manejo de dinero de la iglesia

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No, el diezmo no es una regla exacta al estilo del Antiguo Testamento. La regla bíblica sobre las contribuciones a la Iglesia es la siguiente:

«Cada uno dé según lo que decidió personalmente, y no de mala gana o a la fuerza, pues ama al que da con corazón alegre poderoso es Dios para bendecirles de mil maneras, de modo que nunca les falte nada y puedan al mismo tiempo cooperar en toda obra buena» ( 2 Co 9, 7-8)

Cualquier pastor o sacerdote de una iglesia cristiana, en cualquier caso, debe tener presente que todo dinero es para hacer justicia, no para él. Escribe Amós:

«Quiero que la justicia sea tan corriente como el agua, y que la honradez crezca como un torrente inagotable.» (Amós 5:24)

Ay de los pastores o sacerdotes abusivos.

«¡Ay del pastor que no sirve para nada, que deja abandonado su rebaño! ¡La espada le cortará su brazo y le alcanzará el ojo derecho! ¡Que se seque su brazo y que su ojo derecho no vea más! » (Za 11, 17)

Tampoco puede un pastor o sacerdote ordeñar a su rebaño. El rebaño no está para servir al pastor o sacerdote, sino a Dios. Menos puede un pastor o sacerdote extorsionar a la comunidad, exigiendo diezmo o contribución para que Dios lo atienda. ¿Quién dijo que Dios es una caja registradora? ¿Acaso el Espíritu no reparte sus dones COMO QUIERE (Hebreos 2:4)? ¿Dónde queda que Dios es misericordia (1 Juan 4:8). ?

Vea el video de la cadena UNIVISIÓN titulado «“A la iglesia uno siempre lleva dos cosas: biblia y chequera”, las insólitas prédicas de los ‘Magnates de Dios'».

Contribuir a la iglesia requiere equilibrio. No es que uno pueda regalar todos sus bienes y dejar en desamparo a los suyos, pues

“Quien no se preocupa de los suyos, especialmente de los de su casa, ha renegado de la fe y es peor que el que no cree.” (1 Tm 5, 8).

En el Antiguo Testamento uno de los mandatos (porque no era uno solo) era este:

«El diezmo que los israelitas separan en honor de Yavé, se lo doy a los levitas como parte de su herencia. Por eso les he dicho que no tendrán heredad entre los israelitas.” (Nm 18, 24)

Es una regla de culto, pero si quiere usarla como base para diezmar, medite cómo aplicar Nm 18, 25 -29, porque en ese mismo capítulo de Números hay varias obligaciones adicionales sobre diezmar, y no solamente esta última sino también la del diezmo del diezmo (Nm 18, 26). O sea que no hay una regla única para diezmar. El diezmo del trigo DEBEN COMERLO DELANTE DE YAVE (Dt 12, 17-18; Dt 14, 23). El diezmo de las cosechas se separa cada tres años (Dt 14, 28-29), es en especie, pero por supuesto ese no lo piden aquellos que prefieren el efectivo. También hay el diezmo del ganado (2 Cr 31, 6-7) y el de las viudas (Tb 1, 7).

Contribuir a las cosas de las Iglesias ciertamente es un deber, así deben leerse textos como este:

«En efecto, desde los tiempos de sus antepasados, ustedes se han apartado de mis ordenanzas y no las han practicado. Vuelvan a mí y yo volveré a ustedes, dice Yavé de los ejércitos. Pero ustedes preguntan: “¿Por qué tenemos que volver?” ¿Puede acaso un hombre engañar a Dios? Pero ustedes me están engañando. Ustedes dirán: “¿En qué cosa te hemos engañado?” Pues, con los diezmos y tributos sagrados.» (Ml 3, 7-8)

Ciertamente, Dios retribuye a quien puntualmente contribuye al sostenimiento de la Iglesia:

«Entreguen, pues, la décima parte de todo lo que tienen al tesoro del templo, para que haya alimentos en mi casa. Traten después de probarme, dice Yavé de los ejércitos, para ver si les abro las compuertas del cielo o si derramo para ustedes la lluvia bendita hasta la última gota.» (Ml 3, 10)

¡Desde luego que el Señor imparte bendiciones a quienes siembran generosamente! ¡Desde luego que El cumple sus promesas! Pero no olvide, como vimos más atrás, que la contribución debe ser de corazón y que es portarse como paganos descuidar a la familia. Por eso encontramos entre los mandatos de la Iglesia lo siguiente:

«El quinto mandamiento (ayudar a la Iglesia en sus necesidades) enuncia que los fieles están, además, obligados a ayudar, cada uno según su posibilidad, a las necesidades materiales de la Iglesia» (Catecismo, 2043, resaltado fuera de texto)

Jesús sabía que la disciplina del diezmo debía sustituírse por otra más práctica valiosa: la entrega según el corazón. ¿Se acuerdas del ejemplo a seguir en materia de ofrendas? Es la ofrenda de la viuda.

» Jesús levantó la mirada y vio a unos ricos que depositaban sus ofrendas en el arca del tesoro del Templo. Vio también a una viuda muy pobre que echaba dos moneditas. Entonces dijo: “En verdad les digo que esa viuda sin recursos ha echado más que todos ellos, porque todos ésos han dado de lo que les sobra, mientras que ella, no teniendo recursos, ha echado todo lo que tenía para vivir.”» (Lc 21, 1-4)

Este texto, por desgracia, es invocado por muchos como excusa para que las personas den diezmo así con eso hagan aguantar hambre a los suyos, pero lo de la viuda no es un caso de diezmo, sino de ofrenda voluntaria de alguien solo (una viuda) que se presenta como ejemplo de entrega. No tiene otro alcance, salvo indicar que no se entrega de lo que sobra para que sea apreciado, y que la entrega se hace con honestidad. Por eso advierte Jesús:

«No junten tesoros y reservas aquí en la tierra, donde la polilla y el óxido hacen estragos, y donde los ladrones rompen el muro y roban. Junten tesoros y reservas en el Cielo, donde no hay polilla ni óxido para hacer estragos, y donde no hay ladrones para romper el muro y robar. » (Mt 6, 19)

Los fariseos cumplían estrictamente con el deber del diezmo, e igual Jesús les increpó:

¡Pobres de ustedes, fariseos! Ustedes dan para el Templo la décima parte de todo, sin olvidar la menta, la ruda y las otras hierbas, pero descuidan la justicia y el amor a Dios. Esto es lo que tienen que practicar, sin dejar de hacer lo otro.» (Lc 11,43; ver también Lc 16, 14-15, resalté)

Fíjese lo que se dice en Malaquías:

«Maldito sea el tramposo que, teniendo en su rebaño un toro, luego de prometérmelo, me sacrifica una bestia raquítica…» ( Ml 1. 14)

Entonces, entrega de corazón como expresamente dice San Pablo, y que el diezmo no sea la medida, pero si no puede dar contribución no la de; siempre haga su ofrecimiento de corazón, poco o mucho. Jesús ve y sabe si es mezquino o no. Lea el pasaje de Ananías y Sáfira en los Hechos de los Apóstoles (Hch 5, 1-11). Dios castiga a esos dos personajes porque hicieron una ofrenda tratando de engañar al Señor, siendo que podían haberse quedado con todo ese dinero. Y es por eso que son castigados, mas no por no entregar el diezmo de la venta que habían hecho ni cosa parecida.

Tengamos presente entonces la cita completa sobre las ofrendas en San Pablo:

«Miren: el que siembra con mezquindad, con mezquindad cosechará, y el que siembra sin calcular, cosechará también fuera de todo cálculo. Cada uno dé según lo que decidió personalmente, y no de mala gana o a la fuerza, pues ama al que da con corazón alegre.poderoso es Dios para bendecirles de mil maneras, de modo que nunca les falte nada y puedan al mismo tiempo cooperar en toda obra buena.» (2 Co 9, 9-8)

De otro lado, quienes manejan dineros para Dios deben permitir que otros hombres conozcan qué hacen con esos recursos, como muestra el propio San Pablo hablando de donaciones que se habían recibido (conducta que perfectamente resulta aplicable a los diezmos):

«Les hago notar esto: les conviene que se muevan, pues hace ya un año que empezaron, e incluso el proyecto procedió de ustedes.  Concluyan, pues, esa obra; lo que se ha decidido con entusiasmo debe ser llevado a cabo según las propias posibilidades. Si hay entusiasmo, cada uno es bien recibido con lo que tenga, y a nadie se le pide lo que no tiene.

(…)

Así lo dispusimos, para que nadie tenga sospechas respecto a estas sumas importantes que estamos manejando. Pues procuramos que todo sea limpio, no sólo ante Dios, sino también ante los hombres.» (2 Co 8, 10-21; lea todo el pasaje, por favor)

En resumen: «Sean ricos en todo, den con generosidad, y nosotros lo transformaremos en acciones de gracias a Dios» (2 Co 9, 11)


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