
A finales de 2007, el Papa Benedicto XVI publicó la Encíclica Spe Salvis, dedicada a la esperanza. Todas las encíclicas tienen como título una frase en latín que corresponde al comienzo del texto de la encíclica, sin embargo, esta vez la encíclica misma comienza en latín:
«1. « SPE SALVI facti sumus » – en esperanza fuimos salvados, dice san Pablo a los Romanos y también a nosotros (Rm 8,24).»
El texto de Romanos 8, 24, según Dios Habla Hoy, es:
«Con esa esperanza hemos sido salvados. Solo que esperar lo que ya se está viendo no es esperanza, pues, ¿quién espera lo que ya está viendo?» (La Bibla de estudio : Dios habla hoy. 1998, electronic ed., Miami: Sociedades Bíblicas Unidas).
Continúa la encíclica diciendo lo siguiente:
«Según la fe cristiana, la « redención », la salvación, no es simplemente un dato de hecho. Se nos ofrece la salvación en el sentido de que se nos ha dado la esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino. Ahora bien, se nos plantea inmediatamente la siguiente pregunta: pero, ¿de qué género ha de ser esta esperanza para poder justificar la afirmación de que a partir de ella, y simplemente porque hay esperanza, somos redimidos por ella? Y, ¿de qué tipo de certeza se trata? «
La encíclica se ocupa de responder estas preguntas. Aquí no voy a hacer una sinopsis de ese importante documento, el cual debe ser leido por todos los cristianos, sino una breve reflexión sobre la esperanza, una de las tres virtudes teologales, respecto de las cuales dijo el Papa Juan Pablo II:
«1. La fe, la esperanza y la caridad son como tres estrellas que brillan en el cielo de nuestra vida espiritual para guiarnos hacia Dios. Son, por excelencia, las virtudes «teologales»: nos ponen en comunión con Dios y nos llevan a él. Forman un tríptico que tiene su vértice en la caridad, el agape, que canta de forma excelsa san Pablo en un himno de la primera carta a los Corintios. Ese himno concluye con la siguiente declaración: «Ahora permanecen estas tres cosas: la fe, la esperanza y la caridad, pero la más excelente de ellas es la caridad» (1 Co 13, 13). » (Fe, esperanza y Caridad en la perspectiva ecuménica , Audiencia General, S.S. Juan Pablo II 22 de noviembre, 2000)
El Catecismo de la Iglesia Católica resume la relevancia de la esperanza así:
«1843 Por la esperanza deseamos y esperamos de Dios con una firme confianza la vida eterna y las gracias para merecerla.»
Pero algo de lo que pocos son concientes, es que
«…« esperanza » es una palabra central de la fe bíblica, hasta el punto de que en muchos pasajes las palabras « fe » y « esperanza » parecen intercambiables…» (No. 2, Encíclica Spe Salvis)
El Papa no está diciendo que los términos (pistis -fe- y elpis -esperanza-) son lo mismo, sino que se refiere a la proximidad de su sentido bíblico. 1 Pe 3, 15, ejemplo propuesto por Su Santidad, es muy ilustrativo:
«…estén siempre dispuestos para dar una respuesta a quien les pida cuenta de su esperanza»
Uno esperaría dar razón de la Fe, pero aquí se nos pide estar preparados a dar razón de nuestra esperanza, puesto que el término griego que aquí traduce la Biblia Latinoamericana por «dispuestos» proviene de «hetoimos», que significa preparación, como cuando Jesús nos ordenó «Estén también ustedes preparados («hetoimoi»), porque el Hijo del Hombre llegará a la hora que menos esperan.» (Lucas 12, 40). El término en griego donde dice esperanza en 1 Pe 3, 15 es «elpidos» (de «elpis», esperanza), el cual aparece 13 veces en el Nuevo testamento («elpis», en todas de sus formas gramaticales, en total se utiliza alrededor de 55 veces). Nos ayudará a vislumbrar algo de la relación entre Fe y Esperanza. La primera vez que aparece elpidos es en Hechos 23, 6, donde Pablo se queja ante el Sanedrín de estar siendo juzgado por su esperanza; la última vez, es en 1 Pe 3, 15, texto que ya hemos transcrito. Resulta muy interesante el hecho de que la segunda vez que aparece «elpidos», en Hechos 26, 7, resulta clarísima la asociación de fe y esperanza, puesto que San pablo, defendiéndose ante el Rey Agripa, le dice:
«Y si ahora soy aquí procesado, es por esperar la promesa hecha por Dios a nuestros padres; de hecho, el culto perpetuo que nuestras doce tribus rinden a Dios noche y día no tiene otro propósito que el de alcanzar esta promesa. Por esta esperanza, oh rey, me acusan los judíos.» (Hch 26, 6-7)
Por este camino se vislumbra la enorme riqueza bíblica y teológica del término «esperanza», por ello es tan necesaria la lectura cuidadosa de la encíclica Spe Salvis. Nosotros terminemos este comentario haciendo un ejercicio, y es reflexionando en el hecho de que existen otros tipos de esperanza. Para hacerlo, tengamos primero presente aquella frase de Nuestro Señor en Mt 6, 21:
«Pues donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón».
Pues bien. La segunda vez que se utiliza la palabra en griego para esperanza («elpis») en el Nuevo Testamento es en Hechos 16, 19 (todo el contexto es de los versos 11 a 40). Ocurrió luego de la llegada de Pablo y sus acompañantes a Filipos, en Macedonia. Un día se encontraron con una joven esclava que ejercía el oficio de adivina bajo la influencia de un espíritu, actividad que reportaba mucho dinero a sus amos, hasta que Pablo la liberó del espíritu. Dice el libro de los Hechos de los Apóstoles:
«Pero cuando los amos de la muchacha vieron que ya no tenían más esperanza de ganar dinero por medio de ella, agarraron a Pablo y a Silas y los llevaron ante las autoridades, a la plaza principal.» (La Bibla de estudio : Dios habla hoy. 1998 (electronic ed.) (Hch 16.19). Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.»
Así pues, habiendo perdido la esperanza (elpis) de seguir ganando mucho dinero, hacen que Pablo y a Silas sean conducidos ante las autoridades. Observemos bien lo que dijeron los amos de la muchacha como acusación:
«Los presentaron a los jueces, diciendo: ‘Estos judíos están alborotando nuestra ciudad, y enseñan costumbres que nosotros no podemos admitir ni practicar, porque somos romanos.’ (La Bibla de estudio : Dios habla hoy. 1998 (electronic ed.) (Hch 16.20). Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.)
Es una mentira descarada, disfrazan el origen de su furia contra Pablo y Silas, quienes luego serán azotados con varas y encarcelados. ¿Qué podía esperarse de quienes su «esperanza» es su bolsillo, por encima de todo, es decir, que no tienen la verdadera esperanza? Con razón decía Jesús:
«Planten ustedes un árbol bueno, y su fruto será bueno; planten un árbol dañado, y su fruto será malo. Porque el árbol se conoce por sus frutos. Raza de víboras, si ustedes son tan malos, ¿cómo pueden decir algo bueno? La boca siempre habla de lo que está lleno el corazón. El hombre bueno saca cosas buenas del bien que guarda dentro, y el que es malo, de su mal acumulado saca cosas malas.» (Mt 12, 33-35)
¿Cuál es el camino para dar buenos frutos? La conversión en Cristo Jesús, de quien la Biblia habla como la esperanza que purifica, y no en un futuro sino ahora mismo. Así nos los enseña el último texto del Nuevo Testamento donde es utilizado «elpis», 1 Jn 3, 3, el cual citaremos desde el versículo 2:
«Queridos hermanos, ya somos hijos de Dios. Y aunque no se ve todavía lo que seremos después, sabemos que cuando Jesucristo aparezca seremos como él, porque lo veremos tal como es. Y todo el que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, de la misma manera que Jesucristo es puro.» (La Bibla de estudio : Dios habla hoy. 1998 (electronic ed.) (1 Jn 3. 2-3). Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.)
Por ello es absolutamente necesario que nuestra esperanza esté fincada en Jesús. Que Dios nos ayude a purificarnos mediante tal esperanza.