La «deshonestidad venial»

Image by rawpixel.com
La honestidad del mundo comienza por la propia

Aunque sabemos que el cristiano debe ser íntegro en todas las cosas de la vida, solemos adoptar comportamientos con los cuales mostramos que no somos fieles a Cristo en lo pequeño, que además a veces no es tan pequeño, como la llamada «piratería».

Hace tiempo un amigo me dijo, en broma y refiriéndose a duplicar ilegalmente un material de estudio bíblico en CD, que era un «pecado venial». No me hizo gracia.

Sé que muchos cristianos no ven inconveniente en adoptar conductas reprochables, entre las cuales «piratear cosas» , como se denomina esa práctica, es un ejemplo muy ilustrativo. Parece que la consideran una especie de «deshonestidad venial» (me estoy inventando el término). He oído explicaciones de toda clase para justificarla, pero lo cierto es que muchos ya tienen doblegada la conciencia y ni por asomo se les ocurre pensar que se están comportando mal, disposición que critica Pablo en Rm 1, 21. Y no estoy diciendo que la conducta descrita suponga simplemente la comisión de un pecado venial, sino que muchas de las personas que incurren en esa falta, como mucho, aceptarán estar cometiendo un pecado venial, sin llegar siquiera a meditar en que puede no tratarse de uno de esa clase sino de uno grave o que la reincidencia en un pecado venial es señal de un problema serio, ni menos meditan en que solamente la ignorancia involuntaria «…puede disminuir, si no excusar, la imputabilidad de una falta grave…» (Catecismo, 1860). Si se tratara de una falta grave, ¿habría aquí ignorancia involuntaria? ¿Acaso hoy puede haber alguien «pirateando» involuntariamente?

Lo primero que debe decirse, y aún suponiendo que fuera un asunto «pequeño», es que Jesús nos pide ser honestos tanto en lo grande, como en lo pequeño:

«El que ha sido digno de confianza en cosas sin importancia, será digno de confianza también en las importantes; y el que no ha sido honrado en las cosas mínimas, tampoco será honrado en las cosas importantes. » (Lc 16, 10; leer también Mt 25, 19-21)

Pablo, en el mismo orden de ideas, advierte que hay que hacerlo todo «para Gloria de Dios»:

«Por lo tanto, ya coman, beban o hagan lo que sea, háganlo todo para gloria de Dios» (1 Co 10, 31)

Pero no estamos ante un asunto pequeño, por el contrario, la piratería tiene enormes consecuencias en todo el tejido social (ver por ejemplo, «Cunde la piratería de libros en Latinoamérica» en el site de La Jornada, para el caso de piratería de libros, o «Nuevo estudio de BSA e IDC muestra las ganancias económicas en Colombia», sobre piratería de software).

Lo segundo que debemos tener presente es que debe evitarse el pecado, incluso el venial, porque todo pecado ofende a Dios (Catecismo, 1850), y que la repetición de pecados veniales resulta en un pecado grave. El pecado es definido así en el Catecismo:

«El pecado es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos bienes. Hiere la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana. Ha sido definido como «una palabra, un acto o un deseo contrarios a la ley eterna» [San Agustín].» (Catecismo, 1849)

¿Habrá alguien que quiera ofender a Dios en lo mínimo? No deberíamos ofenderlo nunca, y ocurre adicionalmente que «La reiteración de pecados, incluso veniales, engendra vicios entre los cuales se distinguen los pecados capitales» (Catecismo, 1876). Eso significa que la inclinación a cometer pecados veniales es una señal de que algo malo ocurre en nuestra vida, porque existe disposición a ofender a Dios en forma permanente; «..que ninguno de ustedes se deje arrastrar por el pecado y llegue a endurecerse» advierte el autor de la Carta a los Hebreos (Hb 3, 13).

Tercero, la vida del cristiano no puede ser «a medias», es decir, ser cristiano para unas cosas y «no cristiano» para otras; un mal comportamiento no puede resultarle aceptable. Exactamente como le dijo Pablo a los corintios en 2 Co 1, 18-19, o declara expresamente la primera carta de Pedro:

«Si es santo el que los llamó, también ustedes han de ser santos en toda su conducta» (1 Pe 1, 15)

La vida del cristiano debe ser consistente con la predicación de Jesús, es decir, debe ser ejemplar hasta las últimas consecuencias. ¿No dice el Señor en Amós 5, 24 que quiere que «…que la justicia sea tan corriente como el agua, y que la honradez crezca como un torrente inagotable»? En el cristiano no pueden haber «deshonestidades veniales» ni nada parecido, ese es el camino que conduce al alejamiento de Jesús. La «piratería», lisa y llanamente, es negación de Cristo.

Cuarto, hay un argumento terrible que se utiliza mucho para justificar eso que estoy llamando la «deshonestidad venial», y es remitirse a «la realidad». Ese argumento merece un comentario especial. Una vez alguien me dijo que reflexionar acerca de lo pequeño está muy bien como ejercicio, pero que la realidad era otra, porque en la vida real la gente funciona distinto. En otras palabras, que es hasta lógico incurrir en «honestidades veniales» porque es lo «normal». Este es un argumento absolutamente anticristiano, pues el mundo, con su sabiduría, no reconoce a Dios (1 Co 1, 21), es más, Jesús señaló que el mundo odia a sus seguidores justamente porque no están en el mundo (ver Jn 17, 14). Lo peor es que «rendirse a la realidad» fácilmente mueve a incurrir en problemas de mayor magnitud; siendo nuestro deber actuar como testigos suyos (Mt 28, 19-20), no se trata de dar la espalda a la realidad, sino de no dar la espalda a Dios por la realidad, prefiriendo estar bien con el mundo en lugar de estar bien con El.

La «deshonestidad venial» está por todas partes. Nos permitimos difundir «chismesitos», decimos «mentiras blancas», cometemos «pequeñas irregularidades», etc.. Hasta usamos con frecuencia la excusa «Es que todo el mundo hace lo mismo», despreciando la Sagrada Escritura que enseña

«No sigas a la mayoría para obrar mal; no desviarás de la justicia para decir lo que todos dicen» (Ex 23, 2).

Y seguimos tan campantes, literalmente endurecidos en cuanto a conciencia se refiere.

Por último, no olvidemos que la honradez es un instrumento de testimonio del cristiano, como enseñaba Pablo a Tito:

«Invita también a los jóvenes a que sean responsables en todo. Tú mismo serás un ejemplo para ellos cuando vean tu conducta, tu enseñanza desinteresada, tu honradez, tu predicación sana e intachable. Con esto los de fuera no encontrarán cosa alguna que criticar, y más bien se sentirán avergonzados. » (Ti 2, 6-8)

En resumen, ¿Qué clase de personas somos, si participamos de cualquier manera en la piratería? Sepamos pues, ser honestos en todo y para con todos. Como dijo San Pedro, en forma mucho más radical:

«La voluntad de Dios respecto de ustedes es que, obrando el bien, acallen la ignorancia de los imbéciles. Sean libres, pero no hagan de la libertad un pretexto para hacer el mal. Sean libres como servidores de Dios.» (1 Pe 2, 15-16)

Imagino que alguno de quienes lean esto, y que se considera cristiano ejemplar así realice conductas como «piratear» cosas o peores, terminará declarándose molesto por esta nota. Si es así, le pregunto lo mismo que San Pablo:

«¿Con quién tratamos de conciliarnos?: ¿con los hombres o con Dios? ¿Acaso tenemos que agradar a los hombres? Si tratara de agradar a los hombres, ya no sería siervo de Cristo» (Gál 1, 10)

Esta entrada fue publicada en Vida, Vida Política. Guarda el enlace permanente.