El Reino de Dios (la levadura que una mujer introduce en harina y esta fermenta)

Harina donde ha fermentado la levadura
Image from rawpixel.com / Markus Spiske

En la oración del Padrenuestro decimos «venga tu reino» (Mt 6, 10). pero, ¿de qué estamos hablando?

El Reino de Dios (o «Reinado», porque la palabra griega «basileia» se refiere al poder ejercido por el soberano en su territorio, no al territorio físico) es el tema central de la predicación de Jesús.

El papa Benedicto XIV, en su encíclica Spe Salvi, nos habla así del Reino de Dios:

«31. Más aún: nosotros necesitamos tener esperanzas –más grandes o más pequeñas–, que día a día nos mantengan en camino. Pero sin la gran esperanza, que ha de superar todo lo demás, aquellas no bastan. Esta gran esperanza sólo puede ser Dios, que abraza el universo y que nos puede proponer y dar lo que nosotros por sí solos no podemos alcanzar. De hecho, el ser agraciado por un don forma parte de la esperanza. Dios es el fundamento de la esperanza; pero no cualquier dios, sino el Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo, a cada uno en particular y a la humanidad en su conjunto. Su reino no es un más allá imaginario, situado en un futuro que nunca llega; su reino está presente allí donde Él es amado y donde su amor nos alcanza. Sólo su amor nos da la posibilidad de perseverar día a día con toda sobriedad, sin perder el impulso de la esperanza, en un mundo que por su naturaleza es imperfecto. Y, al mismo tiempo, su amor es para nosotros la garantía de que existe aquello que sólo llegamos a intuir vagamente y que, sin embargo, esperamos en lo más íntimo de nuestro ser: la vida que es « realmente » vida. (…)»

Jesús señala la realización del Reino con su llegada y sus milagros (Mt 12, 28). En el Nuevo Testamento el término en griego «basileia» se usa para Reino de Dios (como Mt 4, 23), de los cielos (Mt 19, 12), de Jesús (Mt 13, 41), de los elegidos (St 2, 5), etc.. San Pablo define el Reino de Dios de la siguiente manera:

«Piensen que el Reino de Dios no es cuestión de comida o bebida, sino de justicia, de paz y alegría en el Espíritu Santo.» (Rm 14, 17)

¿Qué dice Jesús por su parte? Jesús explica el Reino mediante parábolas y dichos. En el evangelio de San Mateo, inaugura su ministerio una vez es encarcelado Juan el Bautista diciendo:

«Desde entonces Jesús empezó a proclamar este mensaje: “Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está ahora cerca.”» (Mt 4, 12)

Más adelante, en las bienaventuranzas (5, 3-12) pronunciadas durante el larguísimo sermón de la montaña (que va de Mt 5, 1 a Mt 7, 29), Jesús indica que el Reino de los Cielos, término que sabemos es equivalente a Reino de Dios en Mateo (aunque también usa el término «Reino de Dios», como en Mt 6, 33), es de los que tienen «el espíritu del pobre» (Mt 5, 3) y que «son perseguidos por causa del bien (de la justicia)» (Mt 5, 10). Lucas, en su versión de las bienaventuranzas (Lc 6, 17ss) habla del «Reino de Dios».

Según Jesús, lo más importante de todas las cosas es buscar el Reino de Dios (Mt 6, 33; este texto es el origen del nombre de este website, «Buscadores del Reino»), y advierte que lo más difícil es la disposición del corazón para entender los «secretos» del Reino (ver «¿Jesús no quería que entendieran sus parábolas (Mt 13, 10-17)?» en este website). Para explicar qué es el reino de Dios, Jesús usa parábolas como la de la semilla de mostaza, la cual realmente es algo complicada de entender:

«Jesús les propuso otra parábola: “Aquí tienen una figura del Reino de los Cielos: el grano de mostaza que un hombre tomó y sembró en su campo. Es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece, se hace más grande que las plantas de huerto. Es como un árbol, de modo que las aves vienen a posarse en sus ramas.”» (Mt 13, 31-32; textos paralelos en los otros sinópticos: Mc 4, 30-32 y Lc 13, 18-19)

Es curioso que la imagen de la semilla de mostaza sea utilizada también como «parámetro» de la fe necesaria para hacer milagros (Mt 17, 20; sin duda es una expresión del poder del Reino de Dios). Ahora bien, en Mt 13, 31-32 está hablando de algo que se siembra en huerto propio, y que produce como resultado una planta cuyas ramas, según el griego, sirven para anidar o de cobijo permanente a «las aves del cielo», o sea aves silvestres (como en Mt 6, 26 o Hch 11, 6). La mostaza es una planta grande comparada con las demás del campo de cultivo (como dos metros de alto), pero no estropea el huerto donde se halla. No es una planta que se mencione en el Antiguo Testamento. El verbo en griego utilizado donde la Biblia Latinoamerica, en la cita transcrita más atrás, traduce «posarse» (kataskenoo) implica la idea de asentarse en un lugar protegido colocando una tienda, conforme figuras que provienen del Antiguo Testamento (Ez 17, 23 y 31, 6, o Da 4, 21), lo que supone que es una imagen de una paz universal. La mostaza no es un árbol, sino una planta por eso la indicación de que es «como un árbol», ayuda a visualizar lo que se logra con el Reino de Dios. Hay que advertir, en todo caso, que la mención de vegetales en la Biblia debe analizarse a la luz del contexto en que se encuentran, y no como artículos científicos, puesto que los conocimientos sobre los mismos son los de cada época, anteriores en muchos siglos al nacimiento de la botánica; por ejemplo el hisopo de que habla la Biblia, entre otros lugares en Lv 14, 49-52, no es la planta que modernamente llamamos con ese nombre, y de hecho alguna discusión existe respecto a la planta de la cual está hablando Jesús en la parábola que venimos comentando. Esto significa que no vale la pena meditar sobre las características de la mostaza según lo que sabemos de ella actualmente, sino sobre la imagen en general.

Pero vamos a la siembra, puesto que aquí se siembra algo.

El verbo usado para sembrar (speiro) tiene un uso similar al español actual. Lo mismo que en el griego bíblico, también decimos «sembrar la paz», por ejemplo (es el caso de St 3, 18). El término se utiliza 52 veces en el Nuevo Testamento, siempre como verbo; 17 de ellas en San Mateo, 12 en San Marcos (como en 4, 3), 6 en Lucas (como en 12, 24), 2 en Juan (como en 4, 36), 8 en 1 Corintios (como en 9, 11), 3 en 2 Corintios (como en 9, 6), 3 en Gálatas (como en 6, 7) y 1 en Santiago (ya citado). En una de las citas dice San Pablo:

» Si nosotros hemos sembrado en ustedes riquezas espirituales, ¿será mucho que cosechemos entre ustedes algunas cosas de este mundo? » (1 Co 9, 11)

Y dice en Gálatas 6, 7-8, en donde se encuentran los dos usos de «speiro» presentes en ese libro:

«No se engañen, nadie se burla de Dios: al final cada uno cosechará lo que ha sembrado. El que siembra en la carne, y en la propia, cosechará de la carne corrupción y muerte. El que siembra en el espíritu, cosechará del espíritu la vida eterna. «

Es evidente entonces que lo que se siembra es absolutamente crucial. Volviendo al evangelio de San Mateo, se nota rápidamente que la imagen de sembrar presente en la parábola de la semilla de mostaza, es reiteradamente utilizada en el discurso en parábolas sobre el Reino de los Cielos del cual aquella hace parte, que toma el capítulo 13 desde el versículo 1 hasta el 52, comenzando con una de las parábolas más célebres: la del sembrador, en la cual se utiliza exactamente el mismo término «speiro». Arranca de la siguiente manera:

«Jesús les habló de muchas cosas, usando comparaciones o parábolas. Les decía: “El sembrador salió a sembrar.» (Mt 13, 3; aquí «speiro» se emplea dos veces, como es fácil ver en la traducción. «Sembrador» en este versículo es verbo, no sustantivo)

Sabiendo que el mismo término se emplea catorce veces en ese discurso parabólico, el cual es iniciado con la figura de la siembra, es claro que se trata de un asunto central. Jesús vuelve a emplearlo en otra parábola muy célebre: la de los talentos (Mt 25, 14-30), cuando uno de los siervos reclama al patrón el hecho de que este cosecha donde no ha sembrado. Pero concentrémonos en el discurso parabólico. Por fortuna, el propio Jesús nos dice qué es lo que se siembra en el caso de la parábola del sembrador: la palabra de Dios (Mt 13, 18-23), literalmente «la palabra del Reino». Y también por la misma explicación sabemos las características de lo que significa la siembra: escucharla y entenderla. Jesús remata la explicación diciendo:

«La semilla que cayó en tierra buena, es aquel que oye la Palabra y la comprende. Este ciertamente dará fruto y producirá cien, sesenta o treinta veces más.” » (Mt 13, 23)

Exactamente como en el caso de la semilla de mostaza sembrada. El Reino de Dios entonces es un asunto complejo que incluye la escucha de la palabra de Dios, su comprensión y acatamiento y la producción de frutos de todo tipo, tanto espirituales como materiales (Mt 12, 28; Mc 12, 34; 1 Co 4, 20), según se comprende leyendo todos los textos sobre el Reino de Dios en todo el Nuevo Testamento, para el cual hay que «nacer de nuevo», tal como enseña Jesús a Nicodemo en el evangelio de Juan, en el único pasaje en el cual se habla del «Reino de Dios»:

«Jesús le contestó: “En verdad te digo que nadie puede ver el Reino de Dios si no nace de nuevo desde arriba.” Nicodemo le dijo: “¿Cómo renacerá el hombre ya viejo? ¿Quién volverá al vientre de su madre para nacer otra vez?” Jesús le contestó: “En verdad te digo: El que no renace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, y lo que nace del Espíritu es espíritu. » (Jn 3, 3-5)

Sin embargo, a continuación de la semilla de mostaza hay otra parábola, muchísimo más corta, en la cual -lo mismo que en la de la semilla de mostaza y el sembrador- según los exegetas modernos resuenan palabras originales de Jesús: la de la mujer que echa levadura en harina:

«Jesús les contó otra parábola: “Aquí tienen otra figura del Reino de los Cielos: la levadura que toma una mujer y la introduce en tres medidas de harina. Al final, toda la masa fermenta.”» (Mt 13, 33)

Ese es un accionar de Dios en el interior de la persona, que lo colma. Ese es el Reino (reinado) de Dios, que está allí para quien se abre. Es, en últimas, quedar saturados de Dios.

Esta entrada fue publicada en Biblia, Espíritu Santo, Fe, Parábola, Vida. Guarda el enlace permanente.